TITULO
FIN: ULTIMA MORADA.
Tomó - RAMÓN OLMEDO ROSALES GARCÍA

Os, érase cantar hondón
Inmensidad; Caló hacia
Intenso, eco clara Amistad

Por Alejandro Aguilar Orejuela


Rodar, tremebundo, cielo nos congrega, tomando atributo fuimos nacidos la luz, viviente, hoy tejemos resplandor del tiempo, luego desplegando caminos de los risados días, haciéndonos resistentes, titánico intensión del clamor. - del dolor:

Hemos topado un vació, vació yerta, macilentes asombraciones, dicese tener muy reflejos, acertadamente registro del morir, todos a la vez he los tocaces, aunque acostumbrado a ello.
Grandes desgarraciones, surcan imagen del ser humano, os cuan deplorable profundidad, llegamos frente, llamada humbral muerte, nos atonisa. Hombre tienense albión ¡maculado, con propensiones, eternales, flora perpetuísimo

       
   

báculo, tomando fondar lleno, acopiado infinito, cómo esencia cualidades dorándose están, sumo insondable, la figura humana, con ella concierne rótulo calificativo hombre. Fracciones son sus hechos, portamiento, a situaciones, modulo persistente; enfundado carácter, totales calificativos buen ejemplo, aporcan repunte, torrente preeminente, caudal dignidad, conformado concierto armónico, suma totalizada, cristal transparente personalidad, estos reinantes siéndose en el mundo, sello alumbrante, atesorada hidalguía.

Heraldo, rico tesoro, intensifica quilates finísimos acuñado hombre, capital valorado, urdibrado existencia, no por cortejo, vaciedades aludaciones, signo intrínseco , resaltan tópicos agranan en el ser; augusto improntas calidades, poblan nítidamente natiuraleza, misiona al hombre.

Esa concesión todo planeta, dichas evocaciones, vertíanse monumental amigo RAMÓN OLMEDO ROSALES GARCÍA, una fuente personalísima Señor.

Bualarte hombre; dignaos cualidades, espigó, generosidad, nos llegó momento desate final, cotejando palabras honradas, y exacta razón humana, "ha dejado de existir, en Santafé de Bogotá. D.C. Mayo 4 del 2.000, deplorable martirio camino tenebroso de la vida;. RAMÓN OLMEDO ROSALES GARCÍA, guardamos cofre reliquias memorables buenos decires, con el conllevó pictórica enérgica verdad, timbre propisioso despejado cielo, aquiparado radiantes estrellas ejemplar proceder.

Son, derrumbe palpables, camino hacia la muerte, caminando paso a pasos vamos, solitario sin razón, proclamado vació inconvenible dejó, incomparable amigo, Gala pontifical, causal simbólico, Nefasta Muerte; que darnos teñido, abismo ¡incomparable, ausencia nos rebata, don ínclito RAMÓN OLMEDO ROSALES GARCÍA.

Letal, monumental ausencia nos deprime, sagrada grata plegaria, sultanamente oración, marcesible coro, himno denso silencioso, inmemorablemente, descannse siempre y cuando orbe de la Eternidad RAMÓN OLMEDO ROSALES GARCÍA.

   


 
Vicente PérezSilva

AURELIO ARTURO UN HOMBRE CANTA


En mis días de estudiante tuve la fortuna de conocer a Aurelio Arturo. Muchas veces dialogamos -con la distancia del maestro al discípulo- y deambulamos por las calles de Popayán, a donde había llegado -con espíritu ensoñador- a ejercer una magistratura. El eco de sus palabras todavía resuena en el fondo del alma con la cadencia de sus cantos perdurables. La parábola de su vida está signada con las

notas del canto. La imagen de aquel hombre sencillo y bueno que pasó por el mundo de las letras como un jilguero solitario resulta inconfundible. Fue uno de aquellos seres que disfrutó a manos llenas la mágica virtud de un atractivo encantamiento. De aquel "encantamiento lleno de nostalgia, estructurado con voces de una dulce y profunda melodía que hacen de ella una voz aislada, única en el panorama de nuestra literatura".
El 22 de febrero de 1906, Aurelio Arturo vino al mundo de sus sueños en la apacible villa de La Unión, en las ubérrimas tierras del sur colombiano, de aquella "tierra donde es dulce la vida" y allá sembró profundamente el corazón. Su madre, una mujer joven "hecha de luz y silencio" arrulló su cuna con canciones de perdurable entonación y ternura. De aquí la fuente primigenia y nutricia de su temprana inspiración. Al correr del tiempo, pulsó con acentos mágicos el inefable arpegio de la expresión poética.


De su padre heredó virtudes que hicieron de su vida un auténtico dechado de comportamiento humano. A lo largo de sus años se distinguió por su especial manera de ser, por su carácter, por su comprensión, por su bondad y, sobre todo, por su característica sencillez que todos sus amigos le admiramos. Con estas cualidades congénitas, la vida del poeta discurrió hacia adentro, hacia las fuentes de la verdad íntima y desnuda, sin violentar los pregones de la fama ni acuciar a los falsos heraldos de la popularidad; atenta y preocupada solamente a la vocación de un sosegado ejercicio artístico. En fin, Aurelio Arturo llevó una vida claustral de empecinada aislamiento, edificada completo a espaldas de la vocinglería cotidiana. Creemos que en todo momento, el verso de Barba Jacob, fue la secreta consigna de sus actos: "no brillar, no fingir, oscuro trabajar".

Con sobrada razón, los miembros del jurado calificador que, en 1963 adjudicaron a Aurelio Arturo el "Premio Nacional de Poesía Guillermo Valencia", por su obra Morada al sur, consignan en el acta: "Su vida como hombre puede calificarse de ejemplar. Lejos de toda clase de camarillas, ajeno a las intrigas, ha sido un trabajador obstinado y silencioso, en lo concerniente a su profesión y a su vocación literaria. Su menosprecio por la popularidad y el renombre puede estimarse como uno de los rasgos heróicos de su personalidad".

 

LA ANALOGIA

La analogía entre los sucesos históricos de Alfonso y los novelescos de Carlos es, por lo demás, evidente.
Alfonso VI, desterrado por Sancho II en 1072, se va a Toledo acompañado de su ayo Pedro Ansúrez y de algunos otros nobles leoneses; es bien recibido por el rey moro Mamún, al cual sirve en guerras contra los otros moros enemigos; cuando le llega noticia de la muerte de Sancho, Alfonso teme que, al despedirse de su huésped, éste le imponga condiciones; sale ocultamente de Toledo, so pretexto de ir en montería, y. llegado a su tierra, recibe los reinos de su hermano en herencia; después, en 1090, Alfonso se casa con la princesa mora Zaida, hija del rey de Sevilla, la cual se avista con su amante en un castillo toledano y lleva en dote una parte del reino de Toledo.
Estos hechos se imitan en la fabulosa mocedad de Carlomagno, según la versión española: Carlos, desterrado por Pipino, se va a Toledo, acompañado de su ayo Morante y de otros nobles franceses; es recibido por el rey moro Galafre, al cual sirve en guerras; al saber la muerte de Pipino, sabe también que Galafre trata de retenerle y se sale de Toledo ocultamente, con achaque de ir de caza; llega a su tierra y recibe el reino de Francia en herencia; saca después de Toledo a la princesa Galiana y se casa con ella.
Esta versión española, aun en su redacción tardía, prosificada en 1289, muestra líneas tan sencillas, estructura tan sobria, que, a primera vista, parece acreditarse como representante de un plan primitivo, compuesto sólo de partes esenciales. Pero esta impresión primera no basta, ciertamente, si no tuviéramos otros argumentos. Y éstos se me han presentado al pensamiento después de haber excursioneado bastante a través de las historias de Toledo y de haber rodado mucho, explorando los caminos y los campos en los alrededores de la imperial ciudad.
Galiana y sus palacios. La senda galiana.
El arzobispo de Toledo, en 1243, habla de los palacios de «Galiena» en Burdeos, y sólo medio siglo después la Gran Conquista de Ultramar habla de los palacios de Galiana en Toledo. En vista de estas dos fechas, afirmaron Milá y Menéndez Pe-layo que la tradición de los palacios de la princesa mora nació en Francia y después se transportó a Toledo. Pero veamos cómo las cosas debieron pasar al revés.
Empecemos por indagar si el nombre de la princesa es de origen francés o español, y hallamos desde luego que tal nombre Galiene no aparece en las muchísimas chansons de geste para designar otra mujer de carne y hueso más que la princesa toledana enamorada de Mainet.
Observamos después que, mientras en Francia también es inusitado tal nombre en la toponimia, en España la denominación de Galiana- es usadísima para designar ciertas vías romanas. Procede, sin duda, de la frase vía Galliana, esto es, vía o calzada que conduce a las Galias (compárese: Gaíliana praedia, Galliana legio, etc.), como después se dijo «camino francés» al que iba de Santiago a Francia. Pero como los sustantivos femeninos «vía» y «calzada» salieron del uso ordinario, se echó mano del más modesto «senda», y se llamó senda Galiana,, o simplemente Galiana, a varios restos de vía antigua, y en la lengua de los pastores, el adjetivo sustantivado una Galiana- vino a designar cañada para los ganados trashumantes, pues esas cañadas atraviesan también de Norte a

RAMON MENENDEZ PIDAL
 
 
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