Acompáñame
tú, dulce chiquilla. Partiremos al alba, cuando los alcatraces
no dibujen su ecuación de naufragio sobre el agua Arranca
tus raíces de la tierra, abre tu citología de nostalgias
y vamos a bebemos el océano en la copa de luz de la mañana.
Visitaremos todos los países, !os puertee y IPS radas. te
compraré crepúsculos en Chipre, un elefante niños
al sur del África, un gajo de luceros en Corea, dos elásticos
tigres de Bengala el dolor milenario de un camello y la fatiga estéril
del Sahara.
En el Japón te mostraré los biombos con figuras bilingües
y enigmáticas, en Pekín buscaremos la muñeca
de blanco corazón de porcelana.
Haremos de bambú balsas de ensueño para subir un rio
de esperanzas, y te doré un sombrero en forma de hongo y
unas chinelas para tu pijama.
Pasaremos a Escocia y a Noruega, después navegaremos hacia
Irlanda, para buscar la estirpe de un vikingo de ojos azules y de
luenga barba, que se murió coleccionando fiordos en el álbum
comsal de su nostalgia, mientras su vieja pipa matinera quemaba
archivos íntimos del alma.
Y siempre sin control, siempre viajando iremos al país de
Scherazada, y allí te contaré Mil y Una Noches de
reyes y de esclavas, de romances y torres de marfil, de bazares,
de alfombras y de flautas, de madrigales y de surtidores, de pies,
como las cobras encantadas.
Subiremos
el Rhin buscando a Wagner y su tetralogía desvelada, cazaremos
los cisnes hiperbóreos que abanican la muerte con sus alas.
Te diré que la música es un vino que cuando estamos
tristes se derrama, y que el silencio es un santuario celta donde
reposa el corazón de un arpa.
Y fatigando el mar, que importa el tiempo, visitaremos la ciudad
sagrada, la tierra de la cruz y del olivo la que escuchó
el sermón de la montaña la patria de Jesús
y de María,
la que arrulló las Bienaventuranzas, la tierra donde un tosco
carpintero pulió a garlopa el globo de una lágrima.
En
otro amanecer arribaremos a las islas Canarias. Te compraré
su nombre, que es un trino, diluido en el agua. para pescar luceros
en el fondo, te bastará la red de tus pestañas, y
aprenderás que a Dios también se llega por el verde
camino de las algas.
Si
sueñas ver Napoles, cruzaremos por mármoles de Italin,
y te df»re une góndola en V*neci« y en Asís
la humildad de la campana, compraremos al Dante sus laureles, y
a Benvenuto su luciente daga, para tu muñequero de ilusiones
y tu azul Inquietud de extravagancias.
Buscaremos
ositos en Siberia rutas de manzanilla al sur de España, la
sombra adolescente de Platero la capa de Unamuno en Salamanca, la
fatiga inmortal de Rocinante, el dardo del amor clavado en Avila,
la morena ascendencia del cachorro y el llanto de Boabdil sobre
Granada y cuando tengas sueño, mi pequeña, cuando
te canses de medir distancias, y no quieras viajar a la deriva,
con la estrella polar a las espaldas, te arrullaré, mientras
mi vieja pipa marinera, que compré a un bucanero en Samarkanda
quema frente a i a noche de Sus ojos, mi viejo contrabando de nostalgias.
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