"Se
alzaba un pabelloncito al extremo del jardín. Cuando nos
acercábamos, dos eunucos salieron a nuestro encuentro. Se
bamboleaban sus obesos cuerpos al andar, y me miraban con curiosidad,
de reojo, -con sus ojos de amarillentos párpados. Uno de
ellos llevó aparte al capitán de la guardia, y en
voz baja cuchicheó con él. Quedóse el otro
mascando pastillas aromáticas, que con afectado gesto tomaba
de una ovalada cajita de esmalte violeta.
"Poco más tarde el capitán de la guardia licenció
a los soldados. Estos retornaron al palacio, siguiéndoles
lentamente los eunucos que, al pasar, arrancaban dulces moras de
los árboles. En una oportunidad, el de más edad de
los dos sonrióme con pérfida sonrisa.
"El capitán de la guardia, entonces, indicóme
la entrada del pabellón. Sin el menor temblor en mi cuerpo
avancé, y entré, apartando la pesada cortina.
"Se hallaba reclinado el joven emperador sobre un lecho de
pintadas pieles de león, con un gerifalte en la muñeca.
Se encontraba detrás de él un nubio, desnudo hasta
la cintura, con turbante de bronce y pesados aretes. Junto al lecho,
encima de la mesa, se veía una gran cimitarra de acero.
"Al verme, el emperador frunció el entrecejo, y me dijo:
"—¿Cómo te llamas? ¿No sabes que
el emperador soy de este país?
"Pero yo nada le contesté.
"Con el dedo indicó la cimitarra, y la empuño
nubio, y abalanzándose contra mí me asestó
un tajo terrible. Zumbando pasó la hoja a través de
mi cuerpo sin causar el mínimo daño. Rodó el
hombro por el suelo, y al incorporarse, castañeteaban sus
dientes de terror, y corrió a ocultarse detrás de
la cama.
"Se puso en pie el emperador, y de un astillero asiendo una
lanza, contra mí. la .arrojó. La tomé yo al
vuelo y el astil quebré en dos pedazos. Una flecha contra
mí disparó, y alcé las manos y en el aire la
detuve. Desenvainó entonces un puñal que pendiente
llevaba de su cinto de cuero blanco, y la garganta del nublo apuñaló,
para que el negro no pudiera referir su afrenta. Se retorció
el esclavo como una serpiente pisoteada, y brotó a borbollones
de sus labios una espuma rojiza.
"No bien hubo muerto el nubio, el emperador volvióse
hacia mí, y luego de enjugarse la transpiración que
perlaba su frente con una orlada toallita de seda bermeja, me dijo:
"—¿Acaso eres un profeta, que no puedo herirte,
o el hijo de un profeta, que hacerte daño no puedo? Te ruego
que te alejes de mi ciudad esta misma noche, pues en tanto permanezcas
tú en ella, yo no soy su señor.
"Y yo le contesté:
"—Me iré a cambio de la mitad de tus tesoros.
Entrégame la mitad de tus tesoros, y me alejaré de
tu ciudad.
"Me tomó entonces de la mano y me llevó fuera
del jardín. Maravillado quedó el capitán de
la guardia, al verme. Cuando me vieron los eunucos, sus rodillas
flaquearon, y con esos gordinflones dieron en tierra.
"Existe una estancia en el palacio que tiene ocho muros de
rojo pórfido, y un techo de bronce artesonado, del que cuelgan
varias lámparas. El emperador tocó uno de los muros,
y el mismo se abrió, y descendimos por un pasillo alumbrados
por innumerables teas. A uno y otro lado, en nichos, se veían
grandes cántaros, hasta el borde repletos de monedas de plata.
Dijo el emperador, al llegar al medio mismo del pasillo, la palabra
que no puede ser dicha y giró una puerta de granito sobre
un resorte oculto, y se cubrió él el rostro con las
manos, por temor a que sus ojos quedasen deslumbrados.
"Nunca podrías imaginarte el sitio maravilloso que era.
Había enormes caparazones de tortuga, rebosantes de perlas,
y huecas selenitas de enorme tamaño, amontonadas con rojos
rubíes. Estaba almacenado el oro en arcas de piel de elefante,
y el oro en polvo en botellas forradas de cuero. Ópalos y
zafiros había; los primeros en copas de cristal, y en copas
de jade los segundos. Verdes y redondas esmeraldas se hallaban colocadas
en orden en bandejas de marfil, y había en un rincón
grandes bolsas de seda, con turquesas unas y otras con berilos.
"Rebosaban de amatistas purpúreas los cuernos de marfil,
y -de calcedonias y ¡sardios los cuernos de bronce. Estaban
cubiertas las columnas, que eran de cedro, de sartas de belóculos
ocres. Se hallaban los carbunclos en oblongos escudos planos, los
carbunclos del color del vino y del color de la hierba. Y ni siquiera
he podido enumerarte la décima parte de lo que había
allí.
"Y cuando se hubo retirado el emperador de su rostro las manos,
me dijo:
"—Es éste mi tesoro; y como te lo te prometido,
tuya es la mitad del mismo. Y te de darte camellos y camelleras,
que han de acatar tus órdenes y llevarán tu parte
a cualquier punto del mundo al que se te ocurra ir. Y todo ha de
quedar listo esta misma noche, pues no desearía que el Sol,
que mi padre es, viera que mora en mi ciudad un hombre al que no
puedo matar.
"Pero yo le contesté:
"—El oro que aquí hay, tuyo es, y tuya también
la plata, y las piedras preciosas, tuyas también. No las
necesito para nada. Ni otra cosa aceptaré de ti que no sea
ese anillo, que en el dedo llevas.
"Y frunció el emperador el ceño, y exclamó:
"—j Se trata de un anillo de plomo sin valor alguno !
Toma, por lo tanto, la mitad de mi tesoro, y márchate.
"Yo-repliqué:
"—No; no aceptaré sino ese anillo de plomo, pues
me consta lo que escrito se encuentra en su parte interior, y con
qué fin.
"—Tembló el emperador, y .me imploró, diciendo:
"—Toma el tesoro íntegro, y aléjate de
mi ciudad. Y la mitad mía, también tuya será.
"E hice entonces una cosa por demás singular... Pero,
no hace al caso lo que entonces hice, pues en una gruta, que no
dista de aquí más que un día de marcha, oculto
tengo el anillo de la Riqueza. Sólo un día de marcha
dista de aquí y te aguarda. Quien ese anillo posea, más
opulento será que los reyes todos de la tierra. Ven y tómalo,
y han de ser tuyas todas las riquezas del mundo. -• Pero se
echó a reír el joven pescador.--——---
Y exclamó:
—Es el amor mejor que la riqueza, y la sirenita me ama.
Y el alma dijo:
- —No, no hay nada mejor que la riqueza. El joven pescador
replicó:
—Mejor es el amor.
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