Cortada
para siempre esa existencia, es preciso hacer remembranza de sus
obras, consteladas por los más variados matices y los más
nobles motivos. Faena agobiante será para quien intente trazar
su biografía, pero quienes tan sólo queremos labrar
con amor y aislamiento un escorzo del maestro, podremos hacerlo
desgajando de ese árbol maravilloso que fue su tránsito
por la vida, cualquiera de sus hojas, porque, ella tiene la savia
de aquel laurel auténtico, con el cual se coronó la
testa consular y augusta de Julio César.
Ya la vida cerró aquellas pupilas que contemplaron tantos
paisajes del espíritu y de la realidad, y cuando ellas terminaban
de apagarse para siempre, acaso en la mente del moribundo surgirían
todos los más dulces y grandes recuerdos de su vida. Y se
aprestaría para abandonar este mundo que amó y lo
amó con singular deleite, recitando quedamente los versos
inquietadores del Dante, mientras en la estancia aleteaban rumores
de plegaria y rondaban sollozos in-contenidos de amargura:
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les
favorecía, ya que en sus siringales los hombres del Perú
habían venido de tiempo antiguo ejerciendo una explotación
absoluta, que en verdad fue objeto de tragedia, dolor, lágrimas,
sangre y lodo.
Alguno de los delegados peruanos tuvo esta expresión, dicha
con palabra agresiva e intención perversa:
—Es que ustedes, los colombianos, están acostumbrados
a tragar tierra.
Y Valencia, erguido, corajudo y orgulloso, le replicó en
tono soberbio:
—Sí! Los colombianos tragamos tierra, pero vomitamos
plomo!
El verbo empleado ante aquella asamblea por el ilustre hombre no
fue el que aquí usamos y subrayamos. El verbo que usó
Valencia para acallar al peruano en tan solemne ocasión,
fue más recio, más expresivo, más inculto y
olfativo. Fue aquel verbo que se relaciona con la palabra que pronunció
Cambronne en la batalla de Waterloo, al ser intimidado a rendición
por los ingleses, palabra con la cual ha pasado el glorioso general
francés a la historia universal.
Con gran discreción hablaba después Valencia de sus
días en aquella ciudad brasilera, a la cual fuera por primera
vez en los días de su lozana juventud, cuando se reunió
alguna de las iniciales conferencias panamericanas y cuando la gloria
comenzaba a coronar su cabeza privilegiada. Cuan distintos esos
días a los de ahora! Entonces dialogaban hombres de todo
el continente en un lenguaje de fraternal espíritu, y en
la patria distante no amenazaba ningún peligro, porque sus
horizontes estaban resguardados con indomable fervor. Ahora concurría,
ya transpuesta la edad madura, a defender un claro derecho violado,
y de allí tendría que salir vencedor, sin que el territorio
de la patria sufriera mengua, porque eso hubiera sido para su nombre
infinito baldon:, que ninguna gloria hubiera podido hacer perdonar.
Entre tanto que allí, bajo la sombra paternalista de Meló
Franco discutían y defendían los derechos nacionales,
en la patria había cierta prevención contra los negociadores,
cuya actuación fueron juzgando les colombianos con variada
intención y sentimiento. El país tenía fe en
Valencia, y. sabía que donde él se hallase, la patria
podía estar segura. Pero la política interna seguía
agitándose en turbiones de pasión, que no daban sosiego
para que se decidiera en ambiente propicio el litigio internacional.
Suspendidos los pálidos fulgores de la breve guerra del sur,
la frase del caudillo conservador se había invertido. Ya
no era el grito heroico de paz en el interior y guerra en las fronteras!
el que imperaba. Era otro, cruel, absurdo, traedor:
Paz en las fronteras; Guerra en el interior!
Porque dentro de LAS Lindes colombianas la muerte seguía
rondando y los hombres seguían matándose, por un sentimiento
partidista, cuyo ideal verdadero acaso desconocían. Una aventura
peligrosa de sufrir, agredir y morir, que en episodios lentos y
oscuros iba dejando huellas de dolor en muchas gentes humildes,
que caían sobre sus propias labranzas, en una ingloriosa
y desconocida parábola de martirio.
Y en la frontera, el silencio y la paz reinaban, esperando que los
grandes les dijeran a los geógrafos cómo debía
modificarse el mapa de los países libertados por el Genio. |