EL POETA RAFAEL ORTIZ GONZALES

Por Ivan Claudio

La poesía de Rafael es la suma de dos antinomias: Nietzache-Cristo, Schopenhauer-Goethe.
La primera contradicción elabórase en el paisaje elemental. Nuestro departamento evoluciona a golpes de violencia, jugando a una guerra cuyas causas ignora y cuyos fines son imprevisibles, teniendo en la cuenta el MEDIO como CAUSA y FIN del acto.
La violencia geográfica educa un octavo sentido: el deseo de dominar la naturaleza a fuerza de voluntad. La conciencia da allí a la calificación genérica de “hombre" una palabra aún mas apta para denominarlo en su exacto sentido. Es ésta la de "mono-amaestrado", confundiendo en una sola dicción el animal y la inteligencia.

La primera contradicción se edifica sobre la suma del paisaje elemental y de la oración cotidiana. Estructúrase en la segunda por la influencia ideológica de sus antepasados, mientras el contacto con el medio lo inclina a la duda íntima. Idealmente defiende las bases primarias de su doctrina, pero al examinar el caos real comprende cómo su Filosofía funda sus normas mas allá del hombre y de la verdadera naturaleza. La contradicción es estética.
Nietzsche representa el paisaje elemental, el acto obvio. Cristo la oración ideal, el ordenamiento, la imposición de la lógica al acto del hombre. Nietzsche se encuentra en el momento, e-• el instante. Cristo es el proceso de retornar al ideal de la familia. El primero llega directamente de las cosas naturales, su.1 ido del paisaje. Cristo nos llega a través de dos mil años de adoración. El primero nos llega sin antepasados. Cristo a trav6 de la cadena familiar.

El ideal cristiano llegó al poeta en el instante mismo de ser concebido. Cristo continuó en el poeta en el instante mismo de ser en la conciencia, pero Nietzsche llegó a su belleza en el apuntalamiento del alba sobre la naturaleza ebria de realidad.
Esta primera antinomia creció en su nueva estructura adolescente. Nietzsche parecía destruirlo en la regresión a su estirpe, cuando en el Juego de la belleza su vocación iba hacia ayer con las leyes de mañana. Este es Nietzsche en el presente, en el omnipresente tiempo de la estética.
Esta antinomia tiene una importancia definitiva en la vida del poeta, y es la causante de su inmediata y segunda contradicción. La primera surgió por el instinto. La segunda por el entendimiento.
A las contradicciones se llega por medio de la belleza y por medio de la lógica. Las primeras son indestructibles. Las segundas son apenas modificables. Las primeras son insuperables. Las segundas pueden modificarse a través de la ciencia.
La primera antinomia, surgida a raíz de un juego de sensaciones, creó la segunda y necesaria contradicción intelectual “Shopenhauer-Goethe”.
Schopenhauer, solitario. Goethe, sociable. Schopenhauer se fuga hacia si mismo. Goethe va al exterior. Schopenhauer soluciona sus problemas en la intimidad. Goethe los oculta y trabaja a la luz, construyendo, edificando, olvidándose.
Rafael entra en Nietzsche y regresa a Cristo a través de Goethe. En su soledad inmensa, (Schopenhauer), no sabemos si aún gobierna Nietzsche.
El poeta germano, iconoclasta e inmoralista, destruyó antitabla de los valores, y descubrió en la lógica una consecuencia de la angustia. Rafael, como poeta, comprende el problema, pero como filósofo lo rechaza y lo ignora. Estéticamente acepta a Nietzsche, pero en el "ser ético" llega a los extremos goethianos y subordina su intimidad al paisaje inmediato de la costumbre. Aquí se cumple exactamente la eterna guerra íntima de Abraxas: dos poderes contrarios en el hombre, mientras la antinomia crea ese inmenso poder de la belleza apolfheo-dionisfaca.
Frente a la vida, Rafael actúa en forma dubitativa, porque no es la realidad quien lo obliga al acto, sino -y aquí radica la verdadera base de la presencia del poeta- su fuego íntimo, absurdo para el común, pero por esto mismo consagrado a la creación de lo bello. Y la belleza es el producto necesario del espíritu selecto, dedicado a la voluntad y a la embriaguez.
Y es embriaguez el ensueño musical perdido en las palabras, mientras se fuga el conocimiento y mientras inconscientemente crece la cultura como los viñedos.
Pero esta embriaguez desaparece, cuando la sensación descubre los laberintos de la lógica y cuando el hechizamiento deja de ser tal para regresar a lo meditado, a lo congruente, a lo real.
Podemos observar esta transformación en el soneto "Camino de Damasco":
Yo quisiera ir por todos los caminos del mundo, como un loco y audaz violador de infinito, con el ceño soberbio de algún Dios iracundo y con el puño en alto contra el eterno mito.
Impelido en la tierra por un viento fecundo, despertar a los muertos con la luz de mi gritó y pasar, con el trueno de mi verbo profundo, maldiciendo de todos y de todos maldito.
Pero ya cuando vaya a romper los altares,
y a incendiar las columnas de los sacros lugares
con el fuego que en torno de los orbes esparzo,
Yo quisiera, cegado por un rayo divino, levantarme radiante sobre el negro camino, coronado de llamas como Pablo de Tarso.
En los dos cuartetos, aparecen el abismo Nietzscheano, el idealismo y el materialismo confundidos en una embriaguez. He aquí por que- el Filósofo alemán llamaba a su doctrina Materialismo estético, Idealismo sin Dios, Materialismo sin dialéctica. Esta filosofía parece una sensación, algo íntimo. Nietzsche es la seducción de un absurdo ebrio, dionisaco, apolineo.

   
   
 
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